Nunca llegaré a entender las cosas qué fabrica mi mente ni los colores traslucidos qué me envuelven. Jamás llegaré a comprender por qué me cuesta mucho trabajo quedarme en un sitio. Acostumbrar y luego marcharme, quizás por temor o por costumbre. No le temo al fracaso, temo a acostumbrarme a su sabor.